sábado, 12 de mayo de 2007

El gran bardo criollo

GUADALUPANO DE LA PROMOCION 1915


FELIPE PINGLO ALVA SIGUE VIVO
EN LA INMORTALIDAD DE SUS OBRAS

El gran bardo criollo falleció hace 71 años

Este domingo 13, que por coincidencia se celebra el Día de la Madre, se conmemora el 71 aniversario de la muerte del más grande compositor e intérprete de la música criolla: Felipe Pinglo Alva.

Pinglo nació el 28 de julio de 1899 y partió a la gloria a las 5.00 de la mañana del 13 de mayo de 1936. Ingresó a Guadalupe el 11 de abril de 1911 y egresa en 1915. Durante su estancia en el colegio guadalupano, Pinglo demostró sus cualidades artísticas. Era empedernido lector y obtuvo altas calificaciones en Literatura, Música y Geografía.

En su corta trayectoria, el gran Felipe compuso más de 300 temas, siendo "El Plebeyo" su máxima obra, inspirada en 1930. "La Oración del Labriego", que compuso en 1934, es, según el eximio guitarrista español Andrés Segovia, "una expresión sublime de armonía y musicalidad."

"Fue con Pinglo - refiere una nota biográfica- que la música criolla llegó a eencumbrarse al máximo en el gusto de los limeños de aquellos tiempos..."

Una crónica de la APDAY señala que "los analistas de la obra de Pinglo colocan a este creador a la altura de Carlos Gardel, Agustín Lara y Rafael Hernández".

El historiador de la república Jorge Basadre ( G-1917) dice que "Pinglo con su cara larga y angustiada, tocando su guitarra con la mano izquierda, compone infatigablemente la letra y la música de sus propios valses. En ellos suele haber un romanticismo sencillo y hállase también la crónica sentimental de los barrios del suburbio capitalino, el
deslumbrante bullicio de las jaranas que se armaban a punta de voz y pecho, las tristezas y las alegrías del alma mestiza que buscaba su propia expresión sin dejarse seducir por los ritmos ajenos e importados..."


Este es, en resumen, la vida de nuestro más grande compositor, el bardo inmortal.

Carlos Marroquín
G-65

EL PLEBEYO


La noche cubre ya, con su negro crespón,
de la ciudad a las calles que cruza la gente con pausada acción,

La luz artificial, con débil proyección,
propicia la penumbra que esconde en sus sombras venganza y traición.

Después de elaborar, vuelve a su humilde hogar
Luis Enrique el Plebeyo, el hijo del Pueblo, el hombre que supo amar,

Y que sufriendo está, una cruel decepción
de amar a una aristrócata siendo un plebeyo él.

Trémulo de emoción, dice así en su canción:

El amor siendo humano, tiene algo de divino,
Amar no es un delito, porque hasta Dios amó
Y si el amor es puro, el deseo es sincero,
porque quitar me quieren la fe del corazón,
mi sangre aunque plebeya también tiñe de rojo,
el alma en que se anida mi incomparable amor;
ella de noble cuna, y yo un humilde plebeyo,
no es distinta la sangre ni es otro el corazón.

Señor por que los seres, no son de igual valor.

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