miércoles, 23 de enero de 2008

GUADALUPE, EL PERU Y LA HAYA...

Desde su fundación en noviembre de 1840 el Colegio Guadalupe tuvo siempre
tres fundamentales principios doctrinales: la libertad, la justicia y la defensa de los
sagrados intereses de la patria. Por estos principios Guadalupe se convierte en foco de peruanidad; pero
tambièn sufre la persecución de la clase gobernante, una clase dominante y conservadora que no quiere perder
sus privilegios muchas veces conseguidos por la corrupción.

Por la férrea defensa de sus ideales, Guadalupe es "castigado". En 1854 el corrupto gobierno de Rufino
Echenique persigue a Guadalupe y lo clausura; en 1860 Ramón Castilla, en su segundo gobierno,
hace la vida imposible a Guadalupe y destierra a su más insigne representante, el doctor José Gálvez
Egúsquiza, quien en la revolución liberal de 1854 había sido su principal ideólogo y colaborador. Y es que
José Gálvez combatió cerradamente a Castilla porque éste disolvió la Convención Nacional que en 1856
aprobó la constitución liberal, la misma que fue derogada por Castilla en 1860 para reemplazarla
por una nueva carta magna conservadora.

Castilla que llegó al poder gracias a la corriente liberal, fue, sin embargo en su segundo gobierno, "envuelto"
por esa clase dominante y privilegiada que sólo, como ahora en pleno siglo XXI, defiende sólo sus intereses y no los
del Perú.

En 1864 tras la firma del lesivo Tratado Vivanco-Pareja en el conflicto con España, son los guadalupanos,
con José Gálvez a la cabeza, que ya había vuelto al Perú, tras el destierro sufrido, los que alzan su voz de
protesta y denuncian la suscripción de ese tratado por atentar contra los intereses y la dignidad del Perú. Gávez es
nuevamente desterrado y Guadalupe sufre tra vez los embates del régimen. El débil gobierno de Pezet cae, vuelve
José Gálvez. El Perú desconoce el Tratado Vivanco -Pareja y estalla el conflicto con España que tiene su punto culminante
en el glorioso Combate del 2 de Mayo de 1866 en la cual José Gálvez se inmola en la Torre de La Merced y en la
que también una legión de guadalaupanos, entre alumnos y exalumnos, participa heroicamente.

En la infausta guerra del Pacífico, son decenas de guadalupanos los que se enrolan en el ejército peruano, como
reservistas o como voluntarios; en el conflicto de 1942 con Ecuador muchos guadalupanos marchan al frente de batalla
en defensa de los sagrados intereses del Perú. Y así, cada vez que que ha estado en riesgo la libertad y la soberanía
territorial de nuestro Perú, ahí ha estado y estará por siempre el Guadalupano defendiendo lo que es nuestro, defendiendo
el legado de nuestros antepasados y de quienes derramaron su sangre por esta nuestra tierra bendita.

Y hoy como ayer, los guadalupanos todos, al margen de nuestras naturales discrepancias, somos un solo puño
para defender el pedazo de mar que nos quiere arrebatar Chile. Por ello debemos respaldar sin condiciones la iniciativa del
gobierno de acudir en denuncia ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya para que ese territorio marino usurpado
le sea restituido al Perú.

¡ Viva el Perú ! ¡ Viva Guadalupe!

carlos marroquín
G-65
Después de treinta y dos años sigue vigente la acertada reflexión del profesor Miguel Huamán. Para una inmensa mayoría el Colegio Guadalupe es una enorme edificación que contiene ecos sordos de un pasado que no se alcanza a entender plenamente y al que se acude citando algunos nombres de las personalidades sobresalientes. Como dice el himno guadalupano: “Héroes y hombres de valor que en el arte, en la ciencia, en la guerra destacaron con gran pundonor.” Cada época tiene sus mitos y si no los encuentra fácilmente lo resuelve inventando los suyos. Como dice José Hercilla Trilla (poeta español)

"Si el pasado se fue y hoy es tan sólo
un recuerdo sutil y evanescente,
y el futuro es azar y contingencia,
evidente resulta que ninguno
de ambos tiempos, -pretérito y futuro-,
nada son, pues ya fueron o no han sido
y no pueden en cuenta ser tomados
para intentar saber qué cosa es vida;
y si acaso entendiéramos que fuera
aquello que ahora mismo nos sucede,
lo que está sucediendo en este instante,
forzados nos veríamos entonces
a concluir que no existe la vida,
pues el punto de encuentro de dos nadas
-pretérito y futuro-, no parece
que pueda ser gran cosa, salvo un sueño”

De las conversaciones con los jóvenes estudiantes guadalupanos, de este siglo que empieza, puedo afirmar que están en una búsqueda de una identidad muy "a su manera". Se ha fijado en la variedad de uniformes que hay en el colegio? Los diferentes modelos de casacas, chompas y buzos al gusto del grupo. Hay aulas en las que usan corbatas de color guinda; en otras usan corbatas de un rojo encendido. Y ni hablar de los logotipos que diseñan para adornar su hi5, Space, Badoo entre tantas opciones que tienen hoy en día para expresarse en el ciberespacio. Las constantes son la C junto con la G en celestes de todos los tonos. Tienen más que antes una obsesión por dejar huellas o marcas gráficas de su paso, para hacerlo recurren a los íconos del reggaeton. Pronto descubrirán que toda esa parafernalia es producto válido para su tiempo. Casi sin darse cuenta serán desplazados por nuevas formas de vivir la guadalupanidad.

“El presente no existe, ni ha existido,
ni existirá jamás, puesto que sólo
es el punto de encuentro en que se escinden
el pasado que fue, del que sabemos
que se llevó consigo buena parte
de lo que ya no somos, -pero fuimos-,
y ese futuro incierto y contingente,
verdadero señor de nuestras vidas,
aquél que condiciona nuestros actos
-no obstante su evidente contingencia-
tendentes a dejar asegurado
ese tiempo borroso, al que tememos
arribar sin tener ese mañana
firmemente sujeto en nuestras manos.”

Existe el grupo de los que asumen que son los auténticos guadalupanos porque están en la escolta y para hacer visible su condición no tienen reparos en adquirir impensables aditamentos asociados con el mundo castrense. Para observar ello basta con echar una mirada a la sala de la escolta y el corredor en el que se exhiben algunas placas y recuerdos de fierro.

Los maestros tenemos el deber de contribuir a la renovación y a la búsqueda de paradigmas de guadalupanidad, en esa labor el discurso debe ser breve, harta la reflexión y permanente la acción.

Somos decenas de miles los ex alumnos guadalupanos con igual número de formas de sentir y asumir la esencia de ser Guadalupano. Pienso que no asumimos al máximo nuestra identidad, me atrevería a afirmar que expectamos la guadalupanidad, esto se expresa en el bajo compromiso en acciones concretas en favor del Colegio Edifico, del Colegio y su Intangible.

La existencia de foros como este contribuyen romper los muros de la indiferencia. Ya llegarán los momentos en los que las obras sucederán a las palabras.

“La vida, en realidad, no es otra cosa
que una continua espera expectativa
delante de un telón, en el que pasan
veloces las secuencias, sin retorno,
y donde algunas veces, casualmente,
tenemos la ocasión de contemplarnos
en un infinitésimo momento,
para dejar de ser acto seguido,
sin tener, además, clara constancia
de si siguen contando con nosotros
como actores de bulto en el rodaje,
o van a rescindirnos el contrato,
con lo que se acabó nuestra presencia
en esa panorámica pantalla,
emblema de un futuro que no existe”.

Cito un párrafo del documento “La Desmitologización de Guadalupe” que debe convocarnos más:
“El mito Guadalupe, la pontificación falsa de su infraestructura destartalada, la carencia de ambientes educativos adecuados frena la ayuda real, que estamos seguros que el Estado y los exalumnos guadalupanos podrían prestarnos para que en tarea común y participatoria mejoremos sus servicios e instalaciones para ponerlas a tono con el marco sustantivo de la reforma”.

Que este año nos permita afirmar nuestra actitud y capacidad para construir comunidad.

Con afecto,

Prof. Véliz Alberco Cuya
Promoción 1981